dilluns, 10 de novembre del 2008

DIÓSCORO GALINDO

Marcelina tocó con los pies el otro lado de la cama. Vacío. Clemente ya se había ido y ella ni se había enterado. La culpa la tenía la dichosa barriga, que no la dejaba dormir. Se pasaba las noches dando vueltas en la cama, sin encontrar la posición. Si se ponía de lado, el bebé le oprimía un riñón. Boca arriba, tenía ardores. Boca abajo, ni pensarlo. Así que desde hacía una semana, no hacía otra cosa que dar vueltas en la cama. Y Clemente, testigo paciente de sus bailecitos nocturnos, no decía nada. Cuando ella conseguía dormirse, a Clemente le faltaba muy poco para tener que levantarse. Iba cansado, pobre Clemente...En todo eso pensaba Marcelina mientras hacía la cama y ponía un poco en orden la casa antes de irse a limpiar la de Doña Angelines. En todo eso y en el bebé, que todavía no quería salir. Con las ganas que tenían los dos de verle la cara! Si hasta tenían ya los nombres. Dióscoro como el padre de Clemente, si era niño. Sagrario, como la madre de Marcelina, si era niña. Pero de momento, se quedaban con la incógnita.

Sin ni siquiera abrir la puerta, ya notó el frío cortante del páramo. El aire gélido se filtraba por las rendijas de las ventanas y estaba segura de que era uno de esos dias de niebla espesa, densa. De esos en los que no se ve nada. Era duro vivir en el páramo. Tan agreste, tan seco, tan árido. Y diciembre estaba siendo aún mas frio de lo habitual. Vió el abrigo de Clemente colgado del gancho. Pobre Clemente. Últimamente no se lo ponía nunca. Se lo dejaba para ella, para que no pasara frio. Se lo puso y se fué a casa de Doña Angelines. No se había equivocado. Había niebla. Y no sabía si era por eso, por el frío o por el hielo de las aceras, pero aquel dia le estaba costando un mundo llegar al trabajo. Apenas alcanzada la puerta, un fuerte calambre le recorrió el cuerpo de arriba a abajo. La dejó doblada. Dios, el bebé ya llegaba , y Clemente trabajando. Las vecinas la ayudaron a regresar a su casa, la metieron en su cama apenas hecha. Pasó la mañana, pasó la tarde. Con la noche llegó Clemente y con un
último esfuerzo, también Dióscoro.

Cuando Dióscoro cumplió los cuatro, la familia se trasladó a la capital. Clemente había oido que en Madrid se necesitaba mano de obra para llevar a cabo el Plan Castro, y si algo podía ofrecerle Clemente a su hijo, era precisamente eso: la fuerza de sus manos. Dejaron atrás Ciguñuela, con su viento helado del páramo, con su niebla, con su pobreza, para instalarse en Madrid, con sus grandes avenidas y esos señores que llevaban capa y sombrero paseándose por ellas.


Para Marcelina, Madrid era demasiado grande. Para Clemente, significaba el futuro. Para Dióscoro, la fascinación. Vivía cada dia como si estuviese en un sueño. Todo le sorprendía, todo era bonito. Pero lo que más le impresionaba eran las capas de los señores. Le parecía que estaba viviendo dentro de un cuento de espadachines de los que le leia su mamá antes de dormirse. Y eso era tan increible... En aquellos años, en Madrid se vivía bién. Clemente trabajaba en las obras, Marcelina cosía y el niño estudiaba. Dióscoro fué un alumno brillante, y al acabar sus estudios de bachiller una beca le permitió matricularse en la facultad de Veterinaria y su padre, orgulloso, creyó llegado el momento de regalarle una de esas capas que tanto le fascinaban cuando era pequeño.

Y fué precisamente esa capa la que marcó su destino. Un dia, al bajar del tranvia, la capa se le quedó enganchada con la puerta, el golpe le hizo caer sobre las vias, el tranvía le pasó por encima de la pierna...Hubo que amputarla, y con ella, sus sueños de irse a Africa a observar a los gorilas.
Dióscoro ya no soportaba vivir en la capital. Todo le parecía demasiado peligroso. Decidió trasladarse a Valladolid y matricularse en Magisterio. Poco a poco, su vida se fué serenando. Terminó Magisterio, se enamoró de Juliana, nació Antonio. Para entonces la enseñanza ocupaba ya toda su vida. A veces hasta llegaba a dar gracias por su accidente. Decía que sin él, nunca hubiera descubierto su verdadera vocación. Además, su profesión le permitia viajar. Había enseñado en tantas ciudades, a tantos chicos... en el Norte, en Sevilla, en Ciudad Real...pero desde hacía un tiempo, había pedido el traslado y ahora vivian en Pulianas, un pueblecito de la provincia de Granada. Los tiempos estaban revueltos y la gente estaba convencida de que muy pronto habria guerra. Por eso quería vivir en un pueblo pequeño. Le parecía mucho más seguro, aunque Juliana no opinase lo mismo. Le decía que se estaba equivocando, que en los pueblos pequeños todos saben como piensa uno. Pero Dióscoro no se dejó convencer.


En el pueblo fué bien aceptado. Los niños le llamaban el “maestro cojo”, pero los mayores...los mayores le llamaban el “maestro rojo”. Y es que él nunca escondió sus
simpatias por el Frente Popular. Siempre había sido un librepensador y un republicano convencido.
Fué por eso que el 16 de Marzo, dia de las elecciones generales, Dióscoro representó a su partido en la mesa electoral. Decía que no se fiaba de los fascistas y no quería que hubiesen “cacicadas”. Su partido ganó y los vítores al maestro rojo se oyeron por todo el pueblo.


Eran las dos de la madrugada del dia 18 cuando los falangistas llamaron a su puerta. Buscaban un libro que le comprometiese. Algún papel. No encontraron nada, pero les dió igual. Se llevaron a Dióscoro. “Lo vamos a interrogar, volverá en seguida”, le dijeron a Antonio. Pero Dióscoro no volvió. El camión nunca le llevó al interrogatorio. Lo llevó a la muerte. La compartió con dos banderilleros y un poeta. Fué en Viznar, bajo un olivo.

Muy pronto abrirán su fosa y su nieta solo vive para ese momento. No duda en que lo reconocerá. No en vano, Dióscoro perdió su pierna. Fué el maestro cojo, el maestro rojo.
© NÚRIA

4 comentaris:

Sònia ha dit...

M'ha agradat molt, per cert que el poeta era en García Lorca, oi? Tot plegat m'ha recordat molt una novel·la que vaig gaudir moltíssim: "Història de una maestra" de Josefina Aldecoa. La recomano sovint.
Felicitats Núria, no entenc tanta vergonya...

BECKETT ha dit...

Ets una excel.lent narradora de històries,has resumit la vida d´un home en unes quantes líneas i tinc la sensació que ho has dit tot... i aixó es molt difícil. Felicitats

mia ha dit...

Núria, molt molt bonica aquesta història. M'encanta!!!

Raelix ha dit...

Vaig veure els teus ulls mentre la llegien. No els vaig perdre ni un moment. Encara deien més que les paraules... tot arribarà.